Un dilatado panorama de gracia y de virtudes en el cual resplandece como estrella de primera magnitud su virginidad perpetua.
Los hombres la aman igualmente como a la más bondadosa de todas las mujeres y se apresuran a viajar hasta la habitación de su casa para recibir de sus maternales labios sus besos contenidos, el dulce sabor de un fruto sazonado de fe, y de sus sacrosantas manos sus pajas bendecidas con el amoroso deleite de un camino recorrido por la piadosa creencia hasta llegar, ¡por fin!, a la suprema exaltación del éxtasis litúrgico.
Se multiplican indefinidamente los testimonios de las antiguas dichas, que exaltan y ponderan la Asunción de María; pero lo que sobre todo emociona y convence es ver cómo la Asunción se abre camino en la tierra vestida de sol, con la luna bajo sus pies y mil estrellas a su alrededor. Nada nos impida a nosotros amarla tan apasionadamente como los buenos hijos han amado siempre a su madre.
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